Cuando salí positivo ya llevaba tres o cuatro día con síntomas, estaba nada más esperando lo que yo ya sospechaba. En parte fue un alivio saber qué tenía, pero en parte no, sabiendo lo que conlleva esta enfermedad.
Mi rutina cambió bastante, tanto en el ámbito laboral como familiar. Por las sospechas que ya tenía de haber contraído el virus, me encontraba aislado del resto de mi familia. Ya había informado en el trabajo la posibilidad de estar contagiado y gracias a Dios, fueron muy flexibles conmigo.

Sin embargo, con mi familia cambió bastante la rutina diaria. Pasamos de estar juntos todo el día, a que mi esposa e hijos se fueran donde sus abuelos y hablar nada más desde una ventana o por teléfono. Así fue durante los siguientes 15 días. El cambio fue drástico, lo más difícil fue estar alejado de mis hijos. Ellos son pequeños y no sabían que yo tenía coronavirus, y saber que no los podía abrazar, cargar ni besar fue bastante feo.
Mi consejo para alguien que está padeciendo esta enfermedad es que tenga paciencia y esté tranquilo, mientras los síntomas sean leves y controlables, lo mejor es tener paciencia. Cada día es una batalla ganada. Para mí, los últimos días fueron muy difíciles en el tema mental porque el encierro me provocó mucha ansiedad. Por eso es importante evitar caer en la ansiedad que causa la sensación de que el proceso se alarga.